lunes, 8 de noviembre de 2010

CARTA DE MARCOS BRITOS A LAS COMPAÑERAS Y COMPAÑEROS DEL RECTORADO

Estimadas compañeras y compañeros:

Como muchos de ustedes saben, por haberlo conversado cuando me despedí personalmente antes de partir, o por haber sido informado por algún conocido; una grave situación de fuerza mayor me impuso la condición de alejarme del Rectorado de la UBA. En él desempeñé mis actividades laborales y gremiales durante treinta años. Imposible no generar profundos sentimientos de fraternidad y compañerismo. Pero también por la propia Universidad en tanto mi madre, jubilada del Rectorado, ingresó en 1963 en la Facultad de Ciencias Exactas. Desde entonces, ¡y van 48 años!, la UBA fue parte de mi vida cotidiana.

Entre 1982 y 1990 fui delegado e integrante de la Comisión Interna del Rectorado democráticamente elegido por mis compañeros y compañeras de trabajo. En 1984 integrante de la Comisión Directiva Provisoria elegida en una multitudinaria Asamblea General Extraordinaria Autoconvocada con la cual impusimos la Normalización de APUBA para arrancarla de las manos de quienes pretendían perpetuarse luego de haber sido designados por la Dictadura como reemplazo de la Intervención Militar en APUBA. Fue una lucha ejemplar e histórica que triunfó luego de más de dos meses de huelga general en la totalidad de la UBA. En 1990 entendí necesario retomar mi lugar de trabajo después de 8 años de acción sindical como representante del personal de la Dirección de Salud. Entre 2002 y 2006 tuve la satisfacción de ser el Delegado General de la Comisión Interna y nuevamente, entendiendo que había que dar lugar a otros compañeros y compañeras, desistí de ser candidato a Delegado General.

El período en que fui Delegado General fue de un enorme aprendizaje. Pero por sobre todo lo bueno, lo malo, los errores y los aciertos; comprendí que APUBA había sido transformada a tal punto que hoy sólo han quedado las siglas como expresión de su pasado. No fue agradable esta comprensión porque la defensa de la clase trabajadora es una tarea militante que deja huellas profundas cuando se hace por convicción de las ideas y no por dinero o por prebendas personales. Y durante más de 25 años mi actividad sindical estuvo estrechamente relacionada con esa sigla, siempre luchando para que mantenga principios elementales y tratando de que asumiera un destino de lucha y defensa de los intereses de los trabajadores y trabajadoras de la UBA.

Sin embargo, durante esos cuatro años, nos encontramos completamente abandonados por los dirigentes de APUBA, impidieron toda forma de participación de la Comisión Interna en la vida del sindicato excluyéndonos del Cuerpo de Delegados que sólo era convocado (si lo era) para los incondicionales del Secretario General de APUBA. Este, con su propia firma, llegó a quitarnos el aval para un paro convocado con el respaldo absoluto de las asambleas del personal por las permanentes medidas autoritarias y coercitivas de la gestión del Rectorado. Finalmente, en mayo de 2006, en el marco del acuerdo entre los dirigentes de APUBA y la patronal universitaria por el reparto de la Obra Social, una banda de supuestos representantes sindicales se abalanzó sobre mí y el compañero Héctor Mangiafave cuando salimos en defensa de un joven estudiante que estaba siendo brutalmente agredido a patadas después de haber sido empujado y golpeado para que cayera al piso. Los estudiantes reclamaban contra la Asamblea Universitaria antidemocrática, y APUBA golpeaba en defensa de sus negocios. Fueron algunas de las expresiones de esa transformación, pero no las únicas. La designación del Secretario General de APUBA en DOSUBA, y una larga serie de acuerdos económicos y políticos con la gestión del Rectorado, explican estas conductas. Y sobre todo, explican que APUBA haya dejado de ser una organización al servicio de las necesidades de los trabajadores y trabajadoras de la UBA.

En ese sentido, con dolor y rabia, pero también con esperanza y convicción, entiendo que el paso que están dando un grupo de compañeros y compañeras de la UBA para REFUNDAR UN SINDICATO DEMOCRATICO Y AL SERVICIO INCONDICIONAL DE LAS NECESIDADES DE LA CLASE TRABAJADORA, es un desafío inevitable e imprescindible en estas circunstancias.

Si alguna vez los propios trabajadores de la UBA, en su conjunto y mediante mecanismos democráticos y de participación masiva, reclamaran reorganizarse detrás de un único sindicato, entonces será el momento de revisar todas las decisiones. Pero en esta situación, el camino de una construcción alternativa, que sea efectivamente un sindicato y no una sigla vacía de contenido al servicio de los negocios de pocos, es un camino que considero un hermosos desafío. Desde la distancia, y a pesar de ella, saludo esa decisión. Tengo la convicción de que alcanzarán con éxito el objetivo que se han propuesto: el Sindicato de Trabajadores de la Universidad de Buenos Aires (SITUBA) finalmente se unificará con otros nuevos sindicatos, que comienzan a formarse en el resto del país, para dar nacimiento a una organización poderosa que en el ámbito de las Universidades Nacionales es lo que necesita nuestra clase trabajadora para ser protagonistas en la defensa de nuestros derechos.

Marcos Britos
8/11/2010

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